Contigo

Y es que contigo todo dejaba de doler.
Subir en el elevador, hasta el piso número cinco. Tú, abriendo la puerta con la formalidad de dos buenos amigos.
Me sonreías, lo sabías. Tú eras mi paz y a ratos, yo también la tuya.
Dijiste: "Nada puede ser tan malo", mientras suspiraba aliviada, ahí, sentada contigo, mirando por la venta e imaginando viajes que jamás haríamos. Y es verdad, contigo nada era tan malo. Contigo podía pensar, aunque fuera por unas horas, que la felicidad no era algo tan imposible.
Tú, tú eras mi paz. No sabes como desearía poder esconderme entre tus sábanas, huir de este mundo horrible donde mi corazón jamás vuelve a su ritmo, donde jamás encuentra la calma. Me siento como en una arritmia interminable, donde mi medicina tiene nombre y apellido, pero que lamentablemente, los efectos adversos que conlleva, son el riesgo de destruirme aún más el corazón.
Entonces estabas tú, un remedio menos convencional, algo fuera de toda norma, pero que a ratos era casi igual de efectivo, pero sin ningún riesgo. Es que contigo nada podía salir mal.
¿Por qué no podías quedarte? ¿Por qué no puedes salvarme una vez más?