Yo y mi madre.

poema de Eva Torres

Su lugar favorito era aquel huerto, la mayor parte del tiempo se encontraba ahí cuando no lo estaba lo más probable era que estuviera en el mercado. Una mujer robusta de mediana edad era ella, poseía un gran secreto, pero esto no ha de ser mencionado. Se creía que tiempo atrás ella había emprendido un largo viaje donde encontró su camino en la vida, al regresar su vida se convirtió en aquella huerta. Un día llego un viajero que aseguraba ser un amante de la naturaleza, por pequeños azares de la vida quien lo encontró fue aquella mujer. Su conversación se extendió durante unas cuantas horas, ya casi iba a anochecer y la mujer no pudo ocultar su impaciencia. Aquel hombre se hospedo en la casa de al lado, sin embargo esa mujer había atraído su atención por lo cual su instinto de viajero lo llevo a seguirla.
Pasaron alrededor de 2 horas y el con mucho sigilo seguía a la mujer, de repente el panorama cambio y ella desapareció. El viajero anonadado intento regresar, al darse vuelta no fue capaz de encontrar el camino que ya había recorrido, sin tener más opciones a elegir se acercó a la huerta que tenía en frente. Sus pensamientos engendrados por el miedo lograron alterar su respiración, su visión y la realidad, sin embargo algo llamaba su atención. Alrededor del alambre de púas se encontraban una cierta cantidad de bolsas, unas tenían destellos de luz adentro y otras se perdían en la misma oscuridad de la noche. El hombre escucho ruidos pero su cuerpo no era capaz de responder ante ellos, su respiración entrecortada parecía mezclarse con pequeños suspiros que el viento traía hacia él, continuo su recorrido hacia las misteriosas bolsas llegando a la conclusión que aquella luz que provenía de las bolsas podía deslumbrar al mundo entero. Los suspiros se escuchaban cada vez más cerca, las sombras parecían estar en medio de una danza, el viajero no lograba distinguir si era una sombra real o ficticia, el tiempo se estaba acabando. La adrenalina se apodero del momento, algo lo sujeto del cuello y así perdió su estabilidad, ya en el piso pudo sentir como una mano rosaba su oreja y al cabo de unos segundos le susurraron algo al oído, su cuerpo quedo completamente inmóvil y su mirada se encontraba fija en las bolsas del huerto.
Ya no sentía nada a su alrededor al parecer aquella sombra que lo sujeto se había esfumado, pero al no retirar su vista de donde provenía la luz logro distinguir la silueta de una persona, de hecho esta silueta pertenecía a la mujer que había estado siguiendo, un escalofrió se apodero de él, en seguida sintió como era golpeado en su abdomen y por instinto de supervivencia su cuerpo reacciono de forma feroz agarrando un pedazo de madera y apuñalando lo que lo había golpeado, el forcejeo fue inevitable.
La mujer quedo tirada en el piso con heridas ineludibles, un charco de sangre se formó ante los pies del viajero, se miraron a los ojos y el recordó lo susurrado a su oído “Alguien debe cuidar estas almas”, con su mano se tocó el abdomen y se dio cuenta de que él también estaba herido.
Al pasar de las horas llegaron extraños al lugar, el olor nauseabundo que producía el cadáver fue quien los atrajo. Una voz dijo “La mujer ha muerto”, pero todos sabían que había sido asesinada.
Esa mujer era mi madre, observe todos los acontecimientos dentro de ella. Del paradero del viajero no tengo conocimiento, del paradero de las almas es el mismo que el mío.