SONETO A LA LUNA

Esa obstinada luna, esa porfía,
Que como Dios en todas partes mora.
Esa mujer sagaz, dueña y señora,
De toda noche y aunque cada día,

Te busco sin hallarte, juraría,
Que mucho más te ve quien más te ignora.
En tu puntual reloj todas las horas,
Son tan eternas como el alma mía.

Me miras y tu palidez me hiere.
Me tocas y tu mano está desierta,
Y si me hablas rompes en un llanto...

Dirán los sabios que una piedra eres
Y el pie que te ha pisado, que estas muerta.
Te desconocen, tanto, tanto, ¡tanto!