ASÍ APARECISTE EN MI

Solo,
vagabundo de soledades,
vuelvo a mi
como un torbellino incansable
en búsqueda de mí.

Me escruto
sediento de seguridades,
hambriento de interrogantes,
necesitado de respuestas,
urgido de encontrarme a mí en mí
sin ti.

De pronto,
similar a delicada brisa ligera,
radiante de luz,
como aurora milagrosa,
parecido a una presencia andrajosa,
marginal humana existencia,
humana presencia que incomoda,
así,
DIOS de todos,
para llenar mi vacío,
te me revelaste
en los marginados de la sociedad,
en los pobres,
en los oprimidos,
en los pecadores,
en los enfermos,
en los moribundos,
en los desahuciados.

Así
apareciste en mi existencia y en mi vida
justo en la agonía lacerante
de la íntima búsqueda mía,
fuiste epifanía inesperada,
no como hermosa presencia
si no como desecho humano
pero lleno de bondad,
repleto de ternura,
colmado de sonrisas.

Así
como presencia de insignificante humano despojo,
llegaste a mi
para darme en ramilletes de alegrías,
el tesoro de tu ser y de tu esencia divina:
tu delicado AMOR que no se apaga.

Y así,
por ti,
DIOS incómodo por ser sufrido
y auténtico rostro humano,
volví a mí,
encontrándome en ti,
en la hondura exquisita de tu bondad,
en el abismal palpitar de tu ternura
y en el maravilloso cielo limpio de tu linda sonrisa
de niño urgido de caricias y de cariño,
de padre-madre,
de creador,
de presencia cercana,
ignorada tantas veces.

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