¿Quién le dio permiso de meterse en mi cabeza?

Ha hecho de ella su hogar.
Y la veo por las mañanas desayunando.
Y me acompaña por las tardes a trabajar.
Y de noche dormimos abrazados.

¿Quién le ha dado permiso?
Insisto, ¿quién le ha contado mis debilidades?
Alguien le tuvo que haber dado el mapa de mi corazón.
No me creo que el amor de mi vida esté a un par de calles,
y yo esté en mi cama, preguntándome porqué no estoy en su habitación.

Niña, tiene usted dos opciones,
o deja de atormentar mi cabeza
o viene a mí y nos fundimos en amor todas las tardes.
Si no me va a dejar dormir al menos acuéstese a mi lado, no sea necia.

No tiene ni la más mínima idea de cuanto me aterra.
Su mirada cómplice encontró en la mía una aliada.
Y sin vergüenza alguna ha acaparado la energía de mi alma.
Pareciera que esto ha sido todo un plan suyo, no me sorprendería.

Vaya ironía, le arrebató el corazón al rey del sarcasmo.
Me podría incluso considerar una víctima de su linda sonrisa.
Hasta el más cercano de mis amigos ha notado en mi un cambio,
le ha sorprendido la calidez con la que hablo de mi “amiga”.

Una amiga a la que le llamo en la madrugada para recitarle poemas.
Una amiga con la que juego a molestarnos solo por no comernos.
Una amiga que algún día se ha de convertir en algo más.
Una amiga que es más amistosa de lo normal cuando estamos solos.