BREVE REPRIMENDA AL TIEMPO (y a la inexorable ley de la entropía)

De qué estás hecho, me pregunto ahora.
No sé a qué hueles ni a qué sabes.
Ignoro tus planes insondables,
que hieren como dagas entre sombras,
como fúnebres silbidos que atraviesan
las almas, las carnes y las pieles.

¿Qué misterio ocultas tras tu velo?
que deambulas sin prisa por la Tierra,
saboreando el jugo de los hombres.
No sé cómo conjurar tu tiranía,
desconozco el arte para hacerlo.
¿Acaso eres soplo de la nada?

Los átomos en danza loca:
¡El implacable quantum!
¡He ahí tu azote!
Allí, en el absurdo microcosmos,
tus leyes que naufragan en el caos,
tus pulsos que se tornan fantasmales.

Vivimos cautivos de tu juego,
cuya solución nos es ajena.
¡Cuán ardua la labor de resolverte!
Ni las mentes más agudas,
ni los libros más audaces
han sabido delatar tu rostro.

Cuán veleidosos tus empeños.
Cuánto capricho en tus andadas:
reptas como crótalo en el fango,
cuando el tedio nos agobia;
vuelas como el viento en la alborada,
cuando el gozo nos embriaga.

Hemos de huir de tus dominios,
hemos de eludir tu acre aliento,
y redimirnos de tu yugo sempiterno,
resumido en el tic tac ingobernable,
que marca los pasos cual verdugo,
que nos besa en las noches de miedo.

Aquel cuento de que vales oro,
vil argucia de los hombres necios,
que vamos raudos a través del éter,
enceguecidos por la falsa urgencia,
desdeñando el espléndido tesoro
que se nos brinda aquí y ahora.

Música: Zadok, el sacerdote, de Georg Friedrich Händel