El olvido de la Etica

Hoy temprano ella decidió
que mirarse al espejo es su condena.
Ella se preguntó suave en cadencia
¿Porque su regazo se marchito lentamente,
con sonrisas y eternas reverencias,
entre oficinas de Estado y salones de lejanas potencias?
Vacías están sus manos y colmadas las arcas,
de brujos bancos, iglesias y ambiguos sindicatos.

«Al igual te pregunto a ti, a qué hora te redujo
el olvido de tu cuna obrera y aquella revolucionaria
urgencia.»

Lentamente, juntó aquella única, sus pocas querencias
y con sencillez, siguió las últimas huellas,
que serpentean con humildad hacia las aldeas.
Allí donde las querellas se desmadejan,
en la reverdecida diáspora de amorosa sobrevivencia.

Y ahí se recordó, restregada al sopor de la jornada
con ritos simples de puentes y humanas arterias,
una identidad sin moraleja, sin bijoutería de realeza.
sí, ésa eres tú de nuevo, ¡mi querida ética!