Cayó.

Cayó la tarde como un juicio inoportuno contra la claridad del sol.
Cayeron los falsos testimonios, y los sabios moribundos abandonaron las causas.
Cayó la mentira justo al lado de la verdad, y los hipócritas
Fingieron sonrisas mientras se ataviaban de hábitos blancos.
Cayeron los mitos sobre las hojas inocuas que se contrajeron con el tiempo,
Y los inmaculados papiros se enrollaron.
Cayó mi fe en tus ojos delineados junto con el junco y tus prendas secas.
Cayeron las nevadas del norte sobre la tierra fértil y apagaron el otoño,
Mientras las cenizas de la hoguera impregnaron la estancia,
Llenándola de una tibia atmósfera.
Cayó aquel viejo poema que te dedicaron,
Y las muchas líneas que articularon para los sentimientos.
Cayeron las gotas de lluvia de las nubes grises.
Cayó la humedad sobre la ventana y lloró el cristal el paisaje que jamás podrá tocar.
Cayeron sobre tu virginal cuello mis labios obscenos para pintarte la clavícula.
Cayó tu mano sobre la balaustrada, donde se veía aquella vieja estatua de la fuente del jardín.
Cayeron mis dedos sobre tu cintura y se apretaron para sostenerte como sí el mundo pudiese detenerse con aquel acto.
Y cayó sobre la tierra tu existencia efímera junto a la mía para alimentar la obra,
La dicha, desdicha y comedia,
Como sí de actores de un trágico drama sufrieran el amor imposible de amar sobre el cosmos,
Como sí pudiera caer, la luz de Dios.