Desayuno en la cama

Volteo y no te veo.
Creí que al despertar seguiría viéndote en mi habitación, dormido aquí,
A un lado mío, fiel a mí todavia.
Creí haberte oído decir que no te volverías a ir,
Y que esto era definitivo.
Que el dolor de tu partida había sido más doloroso que volver a mí.
Y sin embargo ya no estás,
Volteo y sigo sin encontrarte en ningún lugar.
Trato de mantenerme serena y fiel a mis principios y no volver a la locura,
a ese sitio horrible al que me enviaste la pasada vez que te fuiste.
Trato de no gritar ni de llorar ni de tomar mi celular para marcarte.
Siento que me rompo en mil pedazos, que mi piel arde,
que ya no puedo respirar y que aquí en mi cama es donde muerta voy a acabar.
Me rasguño los brazos insistente hasta dejar marcas. Me jalo del cabello y me siento paranoica,
Volteando a todas las esquinas de mi habitación, como si repentinamente fueses a aparecer de algún oscuro rincón.
Me siento y me pego las rodillas al pecho y trato de no llorar, de controlar la respiración,
de no llamarle a mi psicólogo y gritarle en llanto que al parecer me está entrando otro cuadro de ansiedad.
¿Por qué me abandonas?, ¿Por qué te vuelves a marchar?, ¿Por qué decides siempre no cumplir tus promesas?
Me recuesto de nuevo en mi cama y me tapo hasta la frente con la cobija. Maldita sea, huele a ti.
Una lágrima rueda por mi mejilla y comprendo que ésta, tu segunda partida, va a ser mi final.
Una vibración y un movimiento me hacen quitarme la sábana de mi cara y verte a ti ahí,
sosteniendo en tus piernas un plato con comida que al parecer es para mí.
-¿Hace mucho que te has despertado?
-No, hace unos segundos me desperté, ni siquiera había notado que no estabas aquí.