Inestable

Quiero saber qué límites,
qué fronteras me pertenecen,
qué limpios caminos deseo ver al comenzar,
qué orgullo se desprende de la mañana que me despierta,
qué libros surcarán las mentes silentes...
Quiero sentir la paz.

Quiero decidir la música,
la verdadera melodía
en la imaginación de un dios desanimado,
un ángel y un alma en entrenamiento.

Quiero unirme a la existencia que es distinta,
distinta a la fiebre gris que nos atenaza,
nos oprime, nos mutila,
que nos traga, pero no nos pasa.
Sentir la fiereza de lo espontáneo desvaneciendo la bruma,
sentir la calma, transformarse en paz,
sentir como el presente se fermenta,
como nos aproxima a un futuro decolorado,
como nos deja caminar entre el segundo y el no segundo,
como nos lleva a la costa de un mundo sin error.

Y en los sueños que están apenas cohesionados,
el sentimiento es firme,
pero la tristeza es un síntoma
que se embadurna en los muros de este plano,
y en el siguiente.
Quiero sumergirme en las retinas optimistas de un nuevo ánimo,
y convertirme en ese futuro escarlata,
respirando con la consecuencia valiosa,
justo antes del edén...

Quiero unirme al grito eterno del mar.