Caleidoscopio roto

Una ventana rompiéndose,
se escucha un vidrio
en pedazos cayendo,
una ventana grande,
una época acabando,
un poco de sangre,
la fiesta prolongándose,
la miel en hiel,
la fiebre y el deseo de morir...

Las patadas desayunadas,
la gloria de la violencia entre líneas,
la muralla de la irrealidad
agolpada en una tan fina que parece transparente:
esta ilusión a la que llamamos vida,
sed, hambre,
verdad, mentira,
burla, apología...

Un hombre muere,
otro sobrevive;
sin embargo, en realidad,
todo se transforma,
todo se desmorona
para armar otra corona,
otro edificio,
otra libertad limitada,
una mera broma pesada...

El lirismo de la sangre
en el atardecer,
el cobarde insulto del ocaso,
la febril noche,
la degeneración de la madrugada,
la putrefacción de un día que no debió ser más...

La arena,
en un apartado lugar añejo,
tosco, áspero, gris,
gradualmente hirsuto,
nada sacro, brutal...

Solo silba el viento,
las palabras casi desvanecidas,
los gritos contraídos en las pocas piedras,
el tatuaje de la conclusión desgastándose...

La muerte finalmente
como herida mal curada
esa gangrena de una mal llamada existencia orgánica
espera abandonada que la indiferencia fenezca,
que surjan las conjeturas,
que no queden impunes los crímenes,
que el hedor no sea en vano,
que la sangre encuentre justicia...

Esa típica utopía de la redención.

La pereza del silencio es odiosa...