La muerte a mis celulas

El veneno recorría mi circulación, era como morir lentamente. El hierro en mi sangre ya no me fortalecía y las bocanadas de humo, la ansiedad y la depresión respiraban cerca de mi, recordandome que debía morir.
El sol era terco pero la lluvia me recordaba un aliento, un suspicaz aliento que emanaba paz entre truenos que prometían destruir el mundo. Con la esperanza intacta de la destrucción lloraba, sufría tormentas humanas suplicando al Dios nuestro clemencia, aceptando derrota tras derrota. Sentía la necesidad imparable de tomar la espada y recorrer las cendas vertiginosas del enemigo, cortarlo para siempre pero me estaba consumiendo a mi misma, matandome en vida, desaprovechando el tiempo para torturarme.
No deseaba más que la muerte de mis celulas.