Alegoría a la noche oscura del alma
Los diagnosticos mentales son una ruleta rusa de sensaciones; la mayoría de estos días comí en exceso, nada me saciaba, hay días en los que lloro encima de las hojas, me quedo dormida en mitad de la meditación, duermo con una frecuencia desigual, casi siempre tengo el cuarto desordenado.
Hace algún tiempo batallé con mi obesidad y estos días sentí que había aumentado todavía más, para mi sorpresa; el peso marcaba mucho menos y por un momento me estanqué a pensar en lo mucho que afecta la depresión.
Esta es la respuesta de mi fórmula secreta para bajar de peso, cuando me lo preguntaron; divagué en cosas que había hecho hace tiempo atrás: pilates, yoga, saltar lazo, correr, ayunar. La realidad es otra, hay días en los que solo me paro a buscar comida y vuelvo a la cama.
Lo abismal de aquel iceberg es que tengo las respuestas: ejercitarme, ayunar, ser conciente de mi alimento, discernir pensamientos, seguir escribiendo...
Toda una serie de medicamentos fisiologicos para tratar lo que no he digerido, para que pensamientos puedan suceder sin lios. No hay normalidad después de esta enfermedad. Hay días en que me niego a creer el avance de dicho diagnostico, solía reirme mucho cada día. Creí que estaba más cerca de conocerme que por fin había hallado mi esencia, sin embargo estaba muy lejos de ser cierto.
Las estrellas siguen vibrando en lo altobdel cielo, las nubes continúan al unisono del tiempo y lejanos truenos sin voz siguen perpetuando a la noche, los árboles escuchan a sus compañeros animales. El frío esclavo de la estación del año y la lluvía ya se asoma y mis ideas siguen corriendo entre lo desierto y lo animado.
Estando aquí, aprendes a escuchar a soledad, te empiezas a llevar bien con eso que antes aterrorizaba. Somos viejas amigas de años podría decirse pues entiende mejor las cosas de la vida, ella se sienta cerca de mi sin decir una palabra, a veces trae chistes de recuerdos y otras veces rompe en llanto hacia lo desconocido del dichoso amor.
Mientras que el tiempo sucede y las manos son ese reloj que no perdona. Soy una vieja alma vagando por el joven mundo.