Desde que niño descubriera el latido de Eros en mi pecho
navego sus aguas que me llevan, agitadas, por los montes y llanuras
que surcan la Tierra en busca del océano eterno de la alegría.
No soy dueño de mi destino y sólo en el abandono encuentro consuelo,
a la deriva entregado, mezclándome a otras aguas también presas de Eros.

Francisco López Matas