Giving me away

La niña se asusta en el alma y desconcertada recorre la ramas
preguntando, quién pinto de negro las bondades o los sentimientos,
quién arañó la pátina errante de las entregas libres,
quién fabricó corazones que solo se asisten en la mirada de sí mismos.
Se asusta mucho la niña, que solo florece en lo que regala,
y despacio y sutil se desgasta en una lágrima
o en la mirada que no alcanza y aturdida se amarra a las rocas
para soñar entre sus ojos cerrados, el pasado de sus mañanas.

En las colecciones ateas, de soplos a las pisadas de las sombras oscuras
que sin caras son carteas de sus miserias,
es esa extraña tristeza donde se rescata el sentir de los verdes honestos
y anida indiscreta la esperanza, que plácida sonríe
en la religión de los sagrados desintereses
que anuncian palomas, vida y un susurro de consuelos,
de leves ternuras, de noblezas que se visten de gloria,
de cuerpos que generosos se renuncian
y destronan sus malvados,
para fabricar la esencia de los sueños de misericordia
que plantados con sus flores blancas,
se practican atendiendo cada suspiro de una suplica,
cada deseo,
y entre cristales, posa las maravillas de un color que perdura
de mil amores, de los besos que abrazan,
del juego, de las felicidades sentidas
que sin nombre solo aman.