Confieso que te he escrito (a solas con mi yo lírico)

La voz de tu propia voz siempre fue mía,
la razón de tus palabras son ecos míos,
de mis percepciones, mi aventajada visión
que se pronuncia altiva en letrada imagen,
en velados versos, en múltiples sentidos.

Reconozco que a veces te he reescrito,
en sentimientos ni siempre reconocibles,
en palabras nacidas de tu desconcierto,
un saber sin saber ni siquiera el porqué
y una extraña erudición vestida de musa.

Yo te cegué para que pudieras sobrevivir,
escondí tu sentir entre sonoros epítetos,
infructuosos adjetivos para quedar bonito,
la estética para una pesadilla despierta,
la insensible catarsis como mejor remedio.

Siempre fui el primero, pero te dejé pasar,
yo te cedí el paso, el camino hacia tu sueño,
el adelantado poeta, el visionario profeta
que se rebeló con obtusas manifestaciones
y soñó con la gloria de un eterno parnaso.

Soy ese por el que siempre preguntas,
la anónima voz que te habla en silencio,
los puntos, las comas y hasta tu reticencia,
todo fue proyectado por mi consciencia,
dejado en tu puerta para que lo encontraras.

He estado siempre a tu lado, tu sombra,
ese quien sin nombre que eres tú mismo,
el espejo sin metáfora que no reconoces,
el semblante que dictamina la sentencia
y te lleva de la mano a tu propia condena.