Después de una Tormenta...

Una vez conocí a un hombre grande, fuerte, inteligente, cariñoso.
Alguna vez me sentó en sus piernas y me abrazó mucho. Me sentí protegida. Me sentí en un lugar cálido. Pensé que ese podría ser mi lugar.
Dormimos juntos una vez, y dormimos completamente. Pude dormir bajo su brazo y su calor.
Me llevó la cena a la cama y compartimos el mismo platillo.
Me abría la puerta del coche. Me preguntaba si necesitaba dinero para comprar paletas de hielo. Escogía dona de chocolate cuando le ofrecía un pan.
Me besó con intensidad y bailamos juntos en un beso, a mitad del pasillo de la casa.
Me prestó su playera y ropa interior para dormir. Supo donde había yo dejado mi liga del cabello y cuando la busqué porque la sabía perdida, él supo donde estaba.
Me regaló dos botellas de mezcal, una botella de vino y un bote de helado. Me preguntó que taquitos quería comer y si traía él la coca-cola normal.
Me enseñó a hornear un pastel y que el pastel tiene que girarse para que se hornee bien.
Me habló de su pasado, su religión, su familia y sus terapias. Me habló de todas las capas que tuvo que hacer a un lado para encontrar su herida de la infancia.
Me tomó de la mano y caminamos juntos hacia una taquería y me habló de su mamá y de las compras que él le hacía en el mercado y cómo no sabían que era el hijo de ella.
Jugamos juntos a distancia y hablamos tres horas y media por teléfono una noche.
Movió mis heridas profundas y fue una piedra que incomodó mis emociones una tarde.
Me dejó plasmar mi mano en su balón de basquetbol, y pidió una dedicatoria para él, en la hoja del menú de aquella tarde donde construí un restaurante con luces.
Me hizo sentir querida. Pude comenzar a pensar en un futuro posible.
Quise bailar con él. Verlo cocinar. Seguir durmiendo tomando su mano.
Quise conocer el gran zócalo de Toluca (mil veces más grande que el de Cuernavaca) quise hacer equipo con él para colocar mis repisas. Quise encontrar esa mesa de madera que se hacía banquita.
Quise que el tiempo fuera favorable. Quise volverlo a ver. Quise que respondiera mis mensajes y mis llamadas. Quise que escuchara mi disculpa. Quise poder expresar y arreglar ese último mensaje, decirle que solo era yo jugando a ser chipilona y niña.
Dejó de responder mis mensajes. Dejó de contestar mis llamadas. Dejó de querer saber. Dejó de querer estar.
Conocí a un hombre una vez, que me hizo sentir mucha alegría. Que me permitió volver a creer e imaginar un futuro con alguien. Conocí a un hombre una vez que era perfecto. Era perfecto para mí.
Aun tengo su voz en mi cabeza. Aun sé cómo suena y como suena su risa y sus voces que imitaba.

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