Diario del recuerdo

Día primero, año cero

Hube de soñarte después del encuentro matinal. Un sueño insipiente. Bastó el roce cálido de tu textura, el aparente pulular del viento acosando las hojas, la ternura de los vocablos esgrimidos a la sazón del paisaje: imagen surrealista en movimiento. Hube de entrecortar el silencio, trasmutar la mirada, inclinar el oído. Hube de sentirte en la música de los pájaros, las sirenas de los coches, la ausencia de la prole enmascarada en los nidos de las hormigas. Soñarte ha sido el principio de arrumacos, la tesitura de una melancólica canción barroca, los versos de poetas enamorados. Bendita hora matinal de bañada esperanza. Hora de embrujo, música y síncopa. Hora de ensueños, taciturnas melodías, ensordecedores misterios. Hube de soñarte tras ese encuentro matinal para deshojar la desesperanza.