CANTO I

Humildes historias se han contado,
¡Oh!, por miles de años alumbrado,
a bestias como nosotros guiado.
Mas, humanos somos y el sinsentido es nuestra pasión,
¿Qué ser sádico nos donó los ojos?,
aunque es a nuestra aciaga boca a la que hay que temer más.

Mil veces el homínido, vivido,
el infierno sufrido,
incluso después de haber leído
al grandioso Dante y su comedia llamada divina.
Leyéndola el infierno sufrimos,
para luego vivirlo mil veces más.

Arrepentidos, a otros guías leemos.
Como al real Flaubert,
o al de tiempos más arcaicos Homero, el épico.
Muchos han hablado del sentimental Dumas,
o del inglés John Keats,
que encuentra a las cosas bellas como alegrías eternas,
otros han hablado del aristócrata rúsida Tolstoi,
que con sus descripciones nos cautiva.

Todos ellos y muchos otros más, que fueron, son y serán,
al homínido guías dejado han.
Testarudo leyóselas
y por fascinación vivirlas quiso,
por lo que mil veces en hoyos mismos cae,
no por equivocación,
si no, por admiración.

¿Qué sería de nosotros sin historias para alimentarnos?,
las guías a aventuras nos llevan,
sin ellas la vida monótona sería,
aún paradigmas seguiríamos,
más ciegos seríamos.

Acompañadme piadosos lectores,
por una humilde historia os llevaré,
que, aunque ningún paradigma he de romper,
espero que esta verídica historia os haga conmover.

Para iniciar una humilde historia es necesario un lugar.
Localizada fue, es y será en lejano planeta,
de lejana estrella,
de lejana galaxia,
todos y ni un hogar.

En el límite
de azul terciopelo
y estrellado amarillo
un alto monte suspiraba.
Esperanzadora seda en la cima habitábala,
y joven pastor allí custodiaba,
que con los árboles hablaba.

Encontrábase el joven Faustino
apenas saliendo de la madrugada de suya vida,
ya que tan solo el séptimo primo
de traslaciones a su pequeña estrella
ha dado.

Cantando junto a la dulce lira
sobre el verde y suave terciopelo
hallábase cantando,
amores y penas a sus verdes amigos dedicaba,
mas, nunca amor ha necesitado.

Faustino, joven voz, así cantaba:

¡Oh! Que flores bellas tenemos,
pues la tierra muy fecunda es,
manjares de ellas comemos,
mas, no esta vez.

Manjares de abejas prefiero yo,
dulce miel,
no me malentendáis amigos,
manjares de esos no como,
pues muy fría es la hiel.

Prefiero yo, en otras cosas pensar,
dulce razón la mía,
en lo muy natural prefiero investigar
su lógica y cortesía.
Relaciones muy escondidas,
por todos lados hay,
estas son las que investigo,
pues en la vida real he sufrido.

¿Pero qué tonterías digo?
Ni siquiera debo pensar en esto,
lo natural, por más pacífico que sea,
ni puede salvarnos de esa,
que algunos liza o guerra llaman.

Aunque penosamente,
encendida la llama esté
de lo natural y adorar
en mi ser se encuentra,
inútiles uno y vergonzoso otro.

Así mi mísero canto,
de amoríos prohibidos
y trabajos no apreciados,
termina sin encanto.

Los árboles por vez primera,
terminado el canto,
aplaudieron, no, al joven pastoril,
y preguntáronle el porqué de la desdichada canción.

Joven, que las ciencias te enseñamos,
por derecho tenemos,
saber podemos
a lo que nuestro pupilo lo carga,
ya que criámoslo nosotros,
en lo sagrado,
y, como Zeus a Gamínedes te cuidamos.

¡Oh! Queridos árboles, estoy hoy tan triste,
tan triste que podría morirme hoy mismo.

No seáis fatalista,
y no habléis de la muerte tan liviano,
que así no te hemos enseñado.
No sigáis con rodeos
e indicadnos que os ha pasado.

Contaros maestros no puedo,
pues por la vergüenza me muero.

Al final liviano no trates,
la salvación misma es
y digno para todos no fue.
Algún día digno serás,
mas, no aún, ni nosotros,
dignos somos,
pues el heroísmo y la pasión dignos son,
ni pasionales ni heroicos seremos,
ya que por años y años bebemos.
Vamos joven aprendiz,
decidnos la verdad, aunque ya la sabemos,
pues canción tuya te ha delatado.

Abejas y flores hay,
a la abeja en el verano las flores le atraen,
las flores para ellas están,
que con colores miles se revisten,
muy hermosas. ¡Ay!
Mas, abejas a veces aberrantes son,
no todas,
solo algunas, que de la colonia se creen ficción una,
ficción de incorrecta canción,
pues creen que entre abejas se seducen,
aunque no es racional.
Amor entre abejas crean,
sin darse cuentan se airean,
pero luego, ambas se pican, y ambas mueren solitas.

Iba por el ágora caminando,
cuando a un amigo me encontré,
pero no solo iba, alguien con él.
Cual un cielo nocturno sin estrellas su cabello era,
del mar sacaba forma, olas onduladas por doquier estaban,
tez de dulce miel me tocaba,
ojos de no cualquiera,
pues tan profundos eran, que su alma y la mía se miraban.
Como amarillo insecto aberrante,
tocado por los discípulos de afrodita me sentí,
más bello que Endymion o Adonis lo vi.
Sentí lo que por muchacha alguna había sufrido,
peor que el pecado de Siegmund y Sieglinde hoy he vivido.
Nada censurable he hecho,
solo amor sin trecho.
¡Oh! Ayudadme queridos árboles,
tengo sufrir enorme en el pecho,
pues momentos como este largamente he esperado,
pero por caminos equivocados el hado me ha llevado.
Miedo tengo de mi amado.