Aislamiento.

I
No quiero que sus voces me persigan.
Ni sus rostros untados en mis sueños.
No quiero que me queme lo que digan.
Ni mortajas con tintes hogareños.
No puedo con las risas que fatigan.
Ni moldearme con base a sus diseños.
Prefiero de mi cuarto y de la noche,
empuñar las cadenas y el reproche.

II
Los mares de tinieblas que me venden
por el lago que ondea solitario
les pintan carnavales que pretenden,
deslizarme hasta el fondo del estuario
en piedras y entre espuma que revuelven
los rostros en cardumen arbitrario.
Requiero de mi sombra en mi laguna
y una cita de dos con la fortuna.

III
Sí, el espejo, la página en blanco,
el eco de mi condición humana
los trozos de epidermis que me arranco
el hueso, la saliva, la membrana.
Sí, y es que en otras pupilas me estanco
No hay verbo con la multitud cercana.
Me invento en el espacio que he implantado
en la ausencia que el gran otro ha dejado.

IV
Pero me persiguen, me impiden ser
Me rasguñan la cara y en los ojos.
Y no puedo, no los puedo perder,
me acostumbro a quedar hecho despojos,
me acostumbro a asfixiarme, y a creer
que están callados siempre los cerrojos
del campo fértil para el ser que ansía
que el individuo nazca un nuevo día.