El amor muta, pero sigue siendo amor.

Luego de tantísimos soles abrasadores y lunas cómplices
nos damos cuenta que el amor cambia.
Ese ímpetu burbujeante, loco e irracional, queda perdido en la distancia.
Aquellas horas fabulosas juntos, que parecían segundos, comienzan a ser realmente lo que son: horas.
La serenidad se va adueñando poco a poco de ansiedades y dudas, mansamente...
A veces cuesta sacudir el avispero para variar la monotonía aunque sea un instante.
Se nos hace sencillo y llano el camino después de conocer cada recodo.
Se nos vuelve pacífico ese mar embravecido que mecía celos, dudas, temores, incertidumbres y más...
La calma de los años poco a poco cubre nuestra vida.
Es grato sentirse así.
No puedo quejarme de haber encontrado y seguido el camino al equilibrio, en estos años.
Pero acaso la quietud no merece un soplo que la mueva de vez en cuándo?
O será mi espíritu inquieto en busca de emociones y nuevos paisajes?
Tantos lienzos en blanco y tanta tinta en las manos!
El amor muta, pero no muere.
Madura, se enraiza y se hace fuerte.
Mi amor es como yo, no sabe olvidar y valora cada cosa.
Mi amor es de los viejos...
De esos amores que son para toda la vida y más.

Yisa (27/11/2016)