¿Cómo es ser una medusa?

Letargo, luz infinita, en la finita inmensidad del mar se cuela hasta mis adentros, mi interior eléctrico se vuelve una danza violenta que escapa desde la punta de mis tentáculos hasta el núcleo de mi cuerpo.
El azul es el color más cálido y su vez, el más gélido de todos, el agua, nutre mi composición y me conforma, pero aún no encuentro mi suelo, los rayos me acechan desde adentro y me atraviesan, en mi propia mirada, piedra soy, pero la energía me consume.
Relámpagos transparentes brotan en lo más profundo de lo que soy, nadan junto conmigo, listos para salir a la luz del día, pelear con el sol para amarrarnos, aquí bajo los flujos de la nueva y vieja agua trasgreden al todo, en mi contemplación, solo hay un momento de espera, los pies humanos caminan, dejo todo mi ser en el fluido, en un rayo, auras púrpuras atraviesan a un hombre, y solo así, se que estoy viva.
Sin voz, sin tiempo, avanzo en la nada del mar, mis hermanas y yo nadamos en una nada rosa y adormilada, luces verdes destellan en el agua, lentes de carne que se mueven evocando el primer nacimiento de todos los seres vivientes, es en esta génesis artificial e inventada donde vuelvo a nacer, y en esta nueva sangre, los mismos tentáculos, el mismo núcleo viscoso, las mismas descargas, no soy la misma en mi interior estampado contra el mar, me muevo en los rayos del espacio en blanco, por ahora, solo bailo entre los humos de una naturaleza verde y putrefacta, ahora entonces, enfrento a la muerte, que me toca la punta del aguijón y me hace pasar del brillo a la nada.
He de perecer, como perecen, todas las cosas del mundo, regresaré ahora en mi muerte a mi naturaleza encerrada en el espejo eterno del mar, volveré ahora al agua, a esa naturaleza descompuesta, a la piedra, a mi ser.