Las Flores y la verdad

Dios en nuestro Universo.
No lava platos.
No consume cocaína.
Está en todas partes o en ninguna.
En la hoja de un árbol o en una super nova.
En las partículas de la gravedad o en la leche de un niño.
En todas partes, en la luz y en la sombra.
O en ninguna, ni en la ensalada ni en las locas células.
Se encuentra en lo que no se encuentra.
A veces se ve en todas las cosas obvias.
El oxígeno, el agua, la luz y la conciencia.
No espera que hoy el pase el día.
Tampoco teme a la furia de la naturaleza.
Dios, Dios en todas partes o en ninguna.
¿Qué lugar más gigante será nunca?
Donde no existe el existe, donde nunca es donde.
Lavará algunos autos celestiales.
Planificará de vez en cuando un kremlin, un capitolio y un vaticano.
A fuerza de leyes naturales y de nuevas naturalezas imposibles.
Pero, una vez creadas.
Se aburre o se alegra.
Se desvanece en un segundo que dura miles de millones de años.
Mientras la leche del niño se entibia.
Mientras los universos de Dios se fatigan.
El niño crece con la esperanza de cambiar el mundo.
Una partícula deísta olvidada mientras fallece la creación.
Y el niño muestra su cara sonriente.
No dice nada, como ha de ser ninguna parte.
Y su futuro es todo, como ha de ser la nada.
No, Dios no está en todas las cosas ni en ninguna.
A veces, creo, que se queda dentro de los ojos de mi niña.
El Universo donde Dios habita.
La única razón para que los pastos crezcan y las mariposas vuelen