El libro

poema de Alguien más

El asunto es que somos al nacer un papel en blanco.
Lo comienzan a escribir por nosotros. Nosotros lo terminamos.
¡quién soy yo!
No se trata de hacer un libro.
Somos un libro.
Lo que se escriba en él no se puede borrar.
No creamos ni elegimos todos los personajes.
Pero si los describimos como nos parece.
¿Qué de raro tendría que hubiera Dioses mitológicos y superhéroes de historietas?
La soledad es quien da las reglas de la trama.
Solos contra el mundo.
Acompañados mientras escribimos.
Dedicamos las páginas a una causa mayor, como creyendo en la reencarnación.
O simplemente la escribimos como un diario de vida, uno es el personaje principal.
Posiblemente Dios es quien lo leerá.
Ni eso sabemos, lo escribimos creyendo en algo.
Y descreyéndolo a su vez.
Nunca se detiene este libro, quizás al dormir o al escribir un poema.
Como todos somos escritores, las recomendaciones sobran.
Y como todos somos aprendices, la ayuda es necesaria.
Y no puede haber un buen final, si no existe un buen corazón o una noble causa.
Quizás por eso Tolstoi escribió “Martín el Zapatero”, siempre hay tiempo.
Este libro es solo para uno, y quizás para Dios, su lector.
Yo me pregunto a veces
¿Qué he dejado fuera de mi libro?
Es lo que llamo mis sueños o los sueños que deben ser relatados y no vividos en el texto.
Algo habrá querido decir Derrida, que “nada hay fuera del texto”.
La imaginación de las bibliotecas de la fantasía.
La realidad de una Rosa inmóvil, escrita bajo la luz de la luna.

Cuando a veces hojeo las hojas del pasado.
Siempre pensaba que, en ese exclusivo momento, todo, todo era cierto.
La verdad, es que en cada momento siempre existió la realidad.
Pero con el paso de los capítulos fue cambiando sin darme cuenta.
Porque soy el mismo personaje, pero, yo ya no soy el mismo de las hojas pasadas.
La verdad fue superando la realidad.
En este libro mío, yo estaba aprendiendo. Un proceso entre página y página.
¿He dejado de aprender?
Posiblemente.
Quizás, en estas últimas hojas que me queden.
Ya debo comenzar mis propias letras.
Porque es impostergable que yo sea el último en escribirlo.
Hoy de mi dependen las últimas líneas.
Y si no lo hiciese,
inevitablemente estoy obligado. Por mi estómago, mi corazón y mi alma de escritor.
Es nuestra esencia, es nuestro destino, es nuestra sentencia.

a escribir FIN.
Y entregarle nuestro libro a Dios.

Comentarios & Opiniones

Silvia

Que bien Kimfal,te felicito lo plasmas claro entendible para mí,son varias visiones todas verdaderas hay mucho detrás de un todo.beso enorme y feliz tu día!

Critica: 

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