CUATRO DE LA MADRUGADA

Cuatro de la madrugada
por agujas giratorias
de una esfera sin vida;
vejando tal quejumbroso
abejorro sin destino
el despertador se anuncia
hostil preexistencia vana
ante el templo que fue cuerpo…

¿No daremos demasiada
importancia a las cosas
qué no sienten, ni respiran?

Esclavizando opiniones,
permutando quehaceres,
trucando esencia en rutina,
zanjando el sueño escindido
que el sopor pudo afincarlo
en su lecho ileso y onírico.

¿No sois móviles, relojes,
dueños de estas viles horas,
caciques sin libertad
o falsa publicidad
determinando conductas?

Somnolientas palidecen
tibias sendas ya dormidas,
que la mente me soñara.

Tal vez, un despertar sea
dejarse oír en otra voz
con la murmurada acústica
que esa costumbre paraliza
ahuyentándonos delirios
que amantaba cualquier ansia.

Ahora, no son sombras oníricas
que me llevan a encender
la luz jamás apagada.

En este fondo de espejos
te mueres, sueño, tan real
como el tiempo que habito
con las horas del mañana.
Cuatro de la madrugada,
no inquieta tu tic tac burdo
camuflado sobre el humo
del café que bebe mi alma.
Con fiel letargo planetario
logró subsistir el bolígrafo
viviendo de una palabra.

Vi en oscuridad el cielo
desde aquieta cuarta sombra,
un mar aéreo brillar
como de errantes estrellas
negras, la luz despertar;
y pensé en su frágil gota
de fugaz reminiscencia
su triste frío rocío
matinal y de nostalgia;
si el océano solo,
no querrá en su Big Bang
ser hombre, para soñar;
en lugar de crear planetas…

¿Y no será el universo
como el discernir humano
recreándose en crear cosas?

Empeñándose en expandirse
con objetos inservibles
que en verdad no precisamos;
por no dejarnos soñar
en las horas más precisas.