A ella

poema de San Brendano

En la segunda mitad del siglo, en las vísperas del invierno y la noche, al despertar enunciado de una composición pasajera, reverenciales espasmos llaman a la entrada espectral de una monocromática partitura negra. Textos ortodoxos, líneas emancipadas en cada subrayon siracuso, la obra del teatro Bizantino e Israelita, abandonan al pretérito de un enclenque para que se adormezcan todos los no nacidos en las tertulias del sentido. Ultrajes, viles calaveras, signos de pentagramas alreves, fogatas ardientes y medievales pancartas en los senderos de los poderosos hombres del poder y la manifestación. Un muñeco de primavera ahuyenta un rito de celebración: una caravana seguida por pastores a la cabaña del colibrí que dibuja en su bosquejo al hermoso retoño pascual. Multitud de gentiles se aprestan en las compuertas del famosísimo estandarte pétreo de los moribundos que vigilan en su caparazón azul a una andrógina niña morena de pérfido semblante, ojos negros y hermosa indumentaria colorida. Días de hermandad blanca la han transfigurado en los calendarios angelicales: presentes y contundentes libros diseñados para su vasta impronta de ama y señora del pretorio. Los ermitaños Franciscanos caminan diseminados por las tierras bendecidas y lamentos verdaderos subyacen en las cuencas amarillas de un animal engrosado y bárbaro como lo es su mismo origen.
Una culebra reprende en su alma todas las voces del infierno, hilos sujetados por erróneos grilletes farfullan en su oído la pérdida del subconsciente. Lágrimas antaño maravilladas por un papel crispado por nomenclaturas y números con ascendentes sistemáticos en ellos, precursan al dinamismo y al hedonismo.
Quién pernocta en el suelo con flores y hojas en su boca conoce la figura ancestral de la muerte. La dimensión de la risa consiste en la diversión absoluta sin la necesidad de juguetes. El tiempo puede sanarlo todo, incluso las llagas que el amor transforma en una ansiedad artificial. La religión no es necesaria ni lo es un dios como tradición megalítica en un periodo que no lleve en él a la ciencia, la única responsable del espíritu infrahumano que habita en cada uno de nosotros. Un golpe cetáceo en el cuerpo de una mariposa apenas es notada cuando el maravilloso anfibio pende de los arboles rasos y deja su escondite crisalido para contemplar la versión de un mundo nuevo. La sangre de las guerras es producto del error humano - la distinta coherencia mal administrada de los hechos y los términos pesimamente suministrados para los humildes trabajadores de un rey famoso.- El cielo siempre transporta a un alma hacia el otro lado del efímero éter que fecunda en él las supernovas y astros mortecinos que cantan alabanzas no réprobas en la alianza con la infinidad del universo. Los hogares tristísimos de noviembre cambian su retrato como si los cuentos de los adultos se pergaminaran como abejas de asfalto para pintar en su paleta natal el recuadro armonioso de cualquier caminito que lleve al descubrimiento de uno mismo. En tanto, el recorrido de mi arancel ha sido este: una luz en medio de los temporales barridos por las velas de calcañares, magras virtudes de lisos esfimeres de atisbismos que enuncian en ellos la penúltima hazaña del vidente.
Un escritor debe reconocer a su antecesor. Se debe disolver el escepticismo para regresar al pasado y transcribir el presente. Una destrucción masiva puede ser la salvación de un alma a punto de secarse para siempre. La enfermedad trae con ella a las madres carenciadas por manos que han ultrajado esencias de vainilla y han callado con las vocales pérfidas de un sollozo bendito el rosario de las lentejuelas y la virtud de los partidarios.
He reconocido a un manuscrito antiquísimo, pulcramente reverdecente para mi virtud despreciable y monótona. Una casa con una orquídea de oparos tonos que versionan en su pecho y lactan con sus ubres al desnutrido embrión que necesita alimentarse de tal infinita estrella matutina, ambrosia de Olimpo y rapacidad intelectual. Lo que sobra del instante es en donde los condenados podemos rezar para no sentirnos agobiados. Creo haber hallado al polvoriento Odiseo cenando con su hijo, Telémaco. Lo he reconocido en la misma choza, cenando como un pueblerino más y de igual modo, lo he abrazado como la corriente de un arroyo donde me he recuperado de mi hastío. Madre, te he visto brillar como nunca nadie lo hizo, ni lo hará nunca.

Comentarios & Opiniones

Cálamo Azul

me he dispuesto a viajar por su bellas letras, encantado!, saludos y abrazos.

Critica: 
Silvia

Muy interesante,un placer siempre leerte,saludos y beso felìz dìa!

Critica: 
La Dama Azul

Como siempre, logra impresionar al lector, con toda la pasión y fuerza de vuestras letras, que construyen viajes a otras dimensiones.
Impresionante.
Reciba mi reconocimiento y un abrazo fraterno de paz.

Critica: 
La Dama Azul

" El cielo siempre transporta a un alma hacia el otro lado del efímero éter que fecunda en él las supernovas y astros mortecinos que cantan alabanzas no réprobas en la alianza con la infinidad del universo."...

Critica: