Gracias por enseñarme a amar, aunque aprendí tarde.

No recuerdo la primera vez que te vi, porque era una niña de primaria que solo pensaba en sacarse una A y destacar en las tareas. Sé que estabas ahí formando parte de momentos ordinarios. Te quedabas mirándome con una sonrisa dulce que etiquete de obsesiva, tu voz acechaba mi calma y tus manos mi confort, eramos niños, pero yo era una pedazo de engreída que no supo ver en ti lo que hoy no puedo dejar de mirar.

Desapareciste un tiempo, lejos de los que no comprendían tus grandes sueños, de los que te llamaron iluso. Volviste, buscando en mi a una amiga, viéndome especial, lo dijiste "Quiero intentar algo contigo" pero yo no quería algo, quería nada. Tocaste la puerta del amor en mi y te conseguiste a una incrédula, que soltaba carcajadas a tu sinceridad, te encontraste a una niña que quería jugar con pausas y tú ya no tenías tiempo para perder.

Yo estaba atrapada en un mundo cuadriculado, de modales, buenas notas, puntualidad y dar la talla. De corte recatado, critica al liberalismo y omitiendo palabras toscas. Estaba consumiendo mi adolescencia como un anciano ya cansado de la rutina, me sentía obligada a ser quien era, sumergida en lo que debía, era el arbitro que penaba mis propias faltas. Un orden desastroso.

Hasta que tú volviste, completando piezas que pensé no existían, revolviendo en mis recuerdos tu presencia, abriendo puertas selladas en mi pecho, que parecieron aguardarse para ti. Enseñándome que de amor no sabía nada, que era el momento de amar, sin buscar, por que el me había encontrado. ¿Quien?, el joven pelinegro de amplia sonrisa y manos ásperas. Aquel que antes pateé fuera de la cancha, al que deje esperando una respuesta y con quien vacilé hasta agotarme. Ese que fue mi juego momentáneo.

Tuve sin darle importancia esos momentos en los que tus palabras atrapaban mi atención y dibujaban un nuevo panorama en mis días grises. Hiciste de tus manos jugando con las mías, mi debilidad. Y de tus labios, mi necesidad. De tus sueños mi esperanza y de tus ojos mi luz.

Pero era tarde, te perdí por idiota.

Parece que recordaste, que fui parte de quienes rompieron el vidrio y desataron tus lágrimas. Fui parte de las burlas que fallaron al derrumbar tus sueños. Fui la idiota de ojos verdes que jamás creyó amarte.

Y ahora no quiero que te marches, pero sé que lo harás, dejaras a mi corazón desvalijado, llevándote sin querer lo que yo un día te robe. Y solo puedo decirte: Eres mejor persona que yo. Yo lastimé tus alas, tú sanaste las mías. Sé que no quieres herirme, pero no puedes evitarlo; saber que te vas se siente como intentar gritar sin voz.

Pero lo acepto, quiero escucharte decirme Adiós, quiero sentirlo, que duela y quiero susurrarte, cerca, muy cerca "Te amo". Gracias, por enseñarme a amar, aunque aprendí tarde.