La Finca

Hoy postrado en la silla,
Mirando la lluvia pasajera,
Al otro lado de la ribera
el ganado reposa en la pradera.

El techo de la finca de antaño
cubre la encrucijada de mis ojos,
Al lado rioja en la copa,
quesos y olivos en el otro.

Más no se donde perdida
la palabra; al lado,
la negra bestia descansa en la madera,
observa tenue la ladera,
y el respeto se aprecia en su rostro.

Silencio se posa en mi tierra,
y la lluvia sigue lisonjera,
galopan los caballos la ribera,
y pisan el barro perezoso.

Y dos horas pasaron por mi era,
las lágrimas caían de mi roca,
y así veía en cada gota,
el amor que tenía por mi tierra.

Al momento Cronos devoró
mi tiempo; y absorto por el hielo
de mis ojos, miró el caballo de
la guerra, y me desafió en duelo
sin que yo quisiera.

Montase el caballo a la ligera,
y a galope atraviesa la montaña,
la lluvia seguía ermitaña,
mientras caía como agua bendita
sobre mi cabellera.

Se paró la lluvia al momento,
ya no purifica el alma mía,
el caballo absorbe y conoce
el paisaje que desconocía.

Dos horas perdido en la hiedra,
y los bosques secretos que me observan,
era hora de volver a la finca,
y trabajar la masa con gracia eterna.

Más hay otros placeres
en la tierra, y son las cosas de la vida.
Tengo la compañía que quisiera,
y el respeto de los desconocidos.

Así, Carlos mi amigo,
recuerda que no es no poder
sino quisiera; esta es una vida
pasajera, y así lo consto
en este manuscrito.