MEMORIA ENTERRADA

MEMORIA ENTERRADA

Entonces,
ataban la boca con silencios.
Trenzaban el cuerpo,
con las hojas en blanco de la ignorancia.
Nadie tenía la culpa del miedo,
pero todos vivían con el pavor,
mordiéndoles la garganta,
escondido entre la almohada,
y la funda blanca del inmediato pasado.
No se hablaba de éso,
ni de lo otro,
ni tan siquiera,
de lo que más allá de las montañas
vociferaban entre cantos.
Decían no entenderlos,
porque hablaban "raro",
sobre todo con aquello de "la liberté".
Ataban las bocas con silencios,
las mentes con los fusiles aún calientes,
y las cunetas con asfalto negro,
de luto por los muertos.

mabel escribano
d.r.
Imagen: La Colmena