Nada raro

Ya no se me hace nada raro que me la pase todo el día pensando en ti, es más, ni siquiera se me hace para nada raro querer estar todito el tiempo a tu bendito lado.

Tampoco se me hace para nada raro sentir estas terribles, enfermas y desesperadas ganas por querer abrazarte, por anhelar desquiciadamente un beso tuyo y que el sabor de tus labios permanezca en los míos indefinidamente.

No se me hace para nada raro querer escucharte, querer que me cuentes a detalle toditas tus penas, tus obsesiones, tus debilidades, tus miedos y demás demonios que traigas alojados entre tu preciosa alma y tu alocada cabeza.

Ni siquiera se me hace para nada raro querer que me cuentes detalladamente tu espantosa rutina; la misma tan cruel y desgraciada que aún no me incluye junto contigo en tu día a día.

Lo que se me hace verdaderamente bastante raro, es que a pesar de adorarte como lo hago, tenga que fingir que no pasa nada, que a pesar de saberte cerca de mi, no me pueda acercar demasiado y no pueda refugiarme entre tus brazos cuando se me de la gana, tomarme un café a tu lado en pijama, comerte a besos sin que me lo pidas o terminar nuestras madrugadas bajo la misma sabana.

Se me hace bastante raro que nuestros esporádicos encuentros en resumen terminen con un simple beso, con un "hasta luego" o con la pregunta tatuada en la mente que todo este tiempo en algún momento nos hemos hecho: "¡¿Que carajos nos pasa?!"

Me parece bastante normal y nada raro estar enamorado como lo estoy de ti, pero no se me hace ni normal ni justo aguantarme la jodida emoción de sentir que me explota el corazón cada vez que te veo; aunque para serte sincero, mi consuelo es que cuando puedo hacerlo, tus ojos te delatan describiéndome que sientes exactamente lo mismo que te he contado.