Sueño, apresuras

Sin quererlo, has renegado de un cuerpo que sueña el día que vive.
Tú, que habitas unos pasos apresurados. ¡Podrías advertir el amor en mis ojos!
Pero para ti, mis palabras nunca lo han sido. Y ojalá la vida viva llegase en las palabras que te escribo,
y pareciera sentarme contigo
a escuchar el dolor de tu memoria.
Sin embargo, he aquí lo que nos queda:
Un cuerpo que sueña, y otro que apresura,
siendo la ausencia alimento de olvido;
pues de nuevo me condeno a un camino de escaso resplandor,
donde algún día
recordaré el tacto de tu desgarro.