La semilla cobarde

después de todo, nunca volverán a verse,
chocarán sus ojos rojos con otros ojos de cristal
pero uno no sabrá de las sangres del otro
se fundirán en sendas hogueras, con piedras preciosas
y resultará que cada uno alimentará un ámbar blancuzco
una nueva especie de semen, que insertará soplos de vida en las praderas
ellos habrán muerto, sin volver a verse
pero sus hijos poblarán la tierra negra
aquellos serán estatuas sagradas, los llamados dioses
y éstos creerán que tuvieron magnos poderes
sin saber, los inocentes,
que incluso no pudieron volver a verse
tan débiles eran,
que acabaron estallando al contacto con los cristales plebeyos
tan torpes y cobardes,
que al fundirse en la hoguera emitieron falsas manos para escaparse
y las manos no les bastaron, por ser demasiado blandengues
tan insulsos, a fin de cuentas,
porque a nadie afectó su muerte
ni la triste historia de su ruptura
lloraron uno por el otro
y se humedecieron así las cenizas que iban dejando
que son las que volaron a las praderas
todo esto no lo sabrán ellos
los que andarán mostrando sus rasgos con decencia
los que dirán ser hijos de los dioses
los que creerán en lo que saben
y ocultarán lo que suponen
y esparcirán, sin culpa, la semilla cobarde