MAL RIMADO

Le di la oportunidad de conocerme,
mientras blandía mi corazón
por los callejones de mi soledad,
en los rincones de mi amistad
con la amargura,
me extendió su mano pura,
y empezó a derrotar
una a una y sin demora
mis penurias,
mis malas horas,
mi opaca cara, mi terrible
oscuridad.

Le di la oportunidad de conocerme,
de enterarse de primera mano,
como este pobre humano,
atrapaba maleficios
y los usaba contra el mismo
en busca de un final temprano,
y con recetas ancestrales
entre ritos
y gritos
y giros entre ciudades
y algunas que otras realidades
con los dientes regados en el fango
y las manos apretando el mango
de un dolor arcano.

Le di la oportunidad de conocerme,
de hacerla entrar en mi vida,
de revisar las cosas sobre mi mesa,
de probar mi insípida comida.
Dejé que se quedara un tiempo,
rasgando mis paredes sucias,
espantando mis tormentos,
abriendo mi alacena vacía
comprobando mi terrible sequía
y con un soplo, con un momento,
se quitó los aditamentos
y se sintió bienvenida.

Le di la oportunidad de conocerme,
que presunción,
que maldito siervo sin tierra,
soy esclavo de mis penas,
un engreído sin más.
Ella,
tan querida por demás,
me dio el gusto
de conocerla
y para no aportar sustos
mucho menos disgustos,
terminar sería adecuado,
acentuando, dejando en claro
que ella es la protagonista,
de mi vuelta a las malas letras
yo sólo soy el proxeneta
de un talento escaso que pronto
odiarás.

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