LA MEJOR INFUSIÓN.

La misma hora, el mismo lugar, hay tiempo suficiente para juntos, no la recibo con la misma extroversión que refleja ella en su mirada y sus ademanes, sólo quiere esta noche para entrecruzar algunas palabras inusuales, le pido que permanezca aquí, no quiere estar sola, mucho menos yo, que he necesitado tanto de ella en estos días de ausencia, es poco lo que pronuncia, y cuando decide dejar de hablar disfruto de su silencio para lograr mi mayor deseo de borrar su melancolía; tomo su rostro entre mis manos deslizando mis dedos hasta su cuello que se siente frío, así como sus manos que no dejan de temblar, la abrazo ignorando lo que le ocurre, y noto como su cuerpo vuelve a recobrar fuerzas a medida que hunde sus dedos fuertemente en mi cintura sin lastimarme, como si me transmitiera el sentimiento sombrío que le embarca sin yo conocer porqué se siente así, mi piel queda marcada por la expulsión de su dolor, es una carga que ha sido por fin suprimida en ella, no me niego a dejar que se apoye en mi hombro, no necesita nada más que eso para recuperarse según lo que me expresa su mirada, cae rendida, y sus ojos se cierran dándome a entender que la mejor infusión a su enfermedad ha sido este momento..