La bruja del cuento

Llega el final del cuento, suena la música que anuncia el final feliz.

Mas yo no soy la princesa rescatada de la torre más alta, ni la que fue a salvar el príncipe más apuesto de la región.

Yo soy la bruja escondida entre las tinieblas del bosque, observando como todo se cubre de color rosa, pero sin llegar nunca a rozar los árboles negros del lugar en donde habito. Yo soy la mala del cuento, aquella que quería ser princesa, si es que no reina, sin llegar más lejos que rozar por breves segundos la mirada de aquellos príncipes que sólo corren tras cabellos dorados.

Entonces perdónenme si a ratos quiero un poco de luz, ruego que me disculpen si por las noches deseo tener la suerte de esa muchacha que sale en las portadas de los libros, mientras que yo sólo salgo en el capitulo treinta y a ratos también en el sesenta.

Les confieso incluso, que hay días en que me convierto en reina, aunque por dentro llevo el alma marchita de la bruja. Le sonrío a su príncipe y él sueña conmigo. Él no ve sombras, ve mi luz y eso reconforta hasta al alma más perdida.

Por último, pido perdón, por robarme su castillo, ese de color rosa brillante que espanta a mis demonios. Aquel que tiene la llave de oro, esa que por las noches aquel príncipe me ofrece entre susurros, para llevarme a escondidas a la torre más alta, lejos del bosque, lejos de la oscuridad.

Quizás la bruja es mala sólo por soledad. Quizás algún día fue la protagonista y alguien la dejó convertida en tinieblas. O quizá, siempre fue mala, y recién se vino a dar cuenta...

El misterio de los cuentos es que nunca sabes si es verdad, si es verdad lo que te acaban de contar.