Al borde del abismo

Sentí miedo, casi terror.
Por un momento era Mayo del 2016,
con él, a mil metros,
y yo aquí, llorando por su rechazo,
en mi cama y sin consuelo.

Por un rato lo imaginé camino a una de esas casas,
de esas que lo esperan con pantuflas de niña,
con sabanas limpias
y sueños vacíos.

Por breves instantes, me invadió el pánico,
incluso, me invadió el dolor,
porque esta noche no es mi puerta la que suena,
es la de ella o la de aquella.

Por un rato olvidé que eso ya es pasado,
que ya no siento miedo,
que ahora él es sólo mi sueño,
pero algo queda, es el silencio.

Mis pies bordean el abismo de la verdad,
a dos pasos estoy de dejarme caer.
Nadar, nadar en la verdadera angustia de la soledad,
dejar de sonreír con la coquetería de la mentira,
con esa que dice que no me duele su fría despedida.

Se fue, se fue tras una breve caricia,
antes de decir que me quedara dormida.

Y me dolió, solo que lo niego.
Hasta que llega la noche y guardo ese guión en el ropero.
Me miro en el espejo.
Soy yo, la que llora bajo el personaje aventurero.
Ese que se ríe con picardía, pues no ha pasado nada nuevo.

Qué difícil es mentir cuando el público eres tú misma.