MANUEL SOLÁZ, EL ALCAHUETE

El teru teru todos le decían,
Por ser el alcahuete del patrón.
¿Soberbio?, yo diría fanfarrón,
Ave rapaz, perro de cacería.

El consentido de su comisario.
Ni sus amigos, ni sus tantas putas,
Acaso ni su madre le disputan
Prestigio a su labor de mercenario.

Manuel Soláz, fue el hombre indispensable
En tiempo electoral, nadie lo duda.
Todos necesitaron de su ayuda,
Pa’ conseguir que hasta los muertos hablen.

Esclavo de su impúdica obsesión,
Dio cuenta al propio juez de un tal finado
Traidor y sugirió a su magistrado:
Lo remataran dentro del cajón.

Altos, petisos, viejos, gordos, flacos,
Así de liberal, su Lista Negra.
Desfila en ella hasta su propia suegra.
un potro, un ganso, un cerdo y un guanaco.

Con ojos en la oreja, en la homilía
Nadie rezaba nunca en su presencia.
Y el monseñor le hacía la reverencia
Pa que no cuente de él, sus picardías.

Cuando habla Don Soláz, no se equivoca.
Sino pregúntenle a Ramona Pazos,
Desnuda y esquivando escopetazos
De la mujer del comisario Roca.

Esto se lo contó a los parroquianos,
La noche en que lo vi por vez primera,
Y por última vez. Que fue muy fiera
La riña que se armó. Pobre cristiano…

Tu afán de alcahuetear ya no se aguanta!
Alguien gritó con aires de poeta:
Propongo que le cosan bien la jeta,
Y si no basta… corten su garganta.

Aullidos, puñetazos en las mesas,
Blasfemias y hasta algún disparo al piso.
Afirmaciones todas de un preciso
Deseo de cumplir con dicha empresa.

Luego un silencio intenso y visceral,
Como venido de un infierno sordo,
Cubrió todo el lugar. Con esto abordo,
Del alcahuete su triste final.

En la mano derecha hilo y aguja.
Y en la izquierda un cuchillo por si acaso.
El justiciero va pasito a paso,
Donde tiene que ir…algo lo empuja

LUCIANO CAVIDO