HOJA EN BLANCO

Oh leviatán invernal de mirada grave,
cuánto desencanto habita en tu suelo.
Cuánta tristeza albergas en tu blancura.
Cuánta soledad grita en tu interior.

Oh universo vacío, despojado de emociones,
en ti he de arrojar mis sentencias más audaces.
En ti he de mitigar mis penas más secretas.
En ti han de reposar mis sueños más utópicos.

Oh villana silenciosa, impasible, cruel;
me atas en torno a ti como tu esclavo en letras.
Basta ya entidad estéril de atmósfera metálica
de abrumarme hasta el cansancio con tu opresiva vaguedad.

Oh lecho de la rabia, ya harto me sofocas;
y te me escapas lentamente como un perfume al vuelo.
Te contemplo árida como un desierto lacerante;
y yaces impávida ante mí. ¡Qué gran ira me consume!

Oh patria ignota que pronto habré de explorar,
coronaré tus altas nieves: ¡Everest personal!
Y avanzaré, in crescendo, hacia mi dulce victoria,
dejando en tu corteza trazos de inspiración.

Oh azaroso líquido que invitas a la huida,
en cuanto te doblegue a tu oído susurraré
notas de terciopelo, rosas sin espinas.
…Y sólo entonces mi copa al sol levantaré.

Oh planicie mustia de expresión apática,
una mente virtuosa en franca lid te habrá de someter.
Y por fin sabrás de la belleza oculta
que ni la niebla etérea se atreverá a esconder.

Oh selva virgen de vegetación marchita,
no me lastimes más con tu agobiante indiferencia;
deja que riegue en ti ríos de tinta interminable;
permíteme tallar en tu regazo una gesta que cantar.

Oh esquiva dama con voluntad de acero,
no cejaré en mi empeño de tenerte a mis pies.
No descansaré hasta subyugarme de tu severa tiranía;
y solo así podré expulsar mis demonios cautivos.

Oh amarga quimera de brazos asfixiantes,
no pretendas que naufrague en tus sombríos dominios.
¿Acaso no sabes que mi pluma te arrebatará el candor?
Será un triunfo delicioso, como una exhalación de gloria.

Oh doncella medieval, apresada a su destino,
prepárate para sufrir mi furia literaria:
Una palabra tras otra se esculpirá en tu piel pálida,
como un sendero de laureles que conjurará esta tensión enrarecida.

Oh cielo gris que amenaza mi cordura,
te exhorto a que bebas de un árbol milenario,
que anhela incrustarse en ti como una fina daga.
Date cuenta, necia, que serás portadora de sabiduría.

Oh arcángel expulsado de un paraíso perdido,
no me arrastres contigo al hades que imaginó Dante.
Estoy dispuesto a rescatarte de tu blancura perfecta,
para obsequiarte el edén que elucubró el rapsoda.

Oh territorio sin dueño, no eres imbatible:
Sor Juana Inés de la Cruz derramó sobre ti su prosa de oro.
Rubén Darío lanzó hechizos sobre tu cuerpo inerme.
Marx sembró en tu torso desnudo las semillas de una revolución.

Oh déspota callada de un breve olor a nada,
me postro frente a ti y te observo tan remota.
Y cuando estoy a punto de estallar en átomos dispersos,
una marcha prusiana de versos rompe la sequía.

Oh vertiginoso abismo que hieres a la vista,
ahora que culmino esta reprimenda purificadora
me doy apenas cuenta de algo maravilloso, como una epifanía:
Hoja en blanco, te he vencido en los términos más hermosos.
Y me he percatado de mi obtusa ceguera: No eras tú la culpable.

Música: Sarabande de Handel