Mi cama sigue vacía

Mi cama sigue vacía
I
El fuego de la pasión de mí se había olvidado hace rato,
callado en mí silencio disfrutaba de un libro en la mano,
las palabras brincaban por cada espacio de mi encéfalo,
una a una me coreaban su canción: “te has enamorado”.
II
Me reía en mi soledad. Eso era cierto un poco y no tanto.
Solo conocí una atractiva mujer el fin de semana pasado.
El motivo por el que vino hasta mí fue uno bien extraño:
quería saber de mi amigo quien bebía la copa a mi lado.
III
Ella pregunta: ¿el chico en tu mesa es tu hermano o algo?
Rio un poco… No, es un viejo amigo, nacimos en el barrio.
Los vi entre risitas y eres tú el que mi atención ha llamado.
Eso pasó muy rápido no dejó de parecerme un tanto raro.
IV
Mi amigo volvió y vi en su rostro un leve gesto de espanto,
pareció haber visto un desventurado recuerdo del pasado.
No me importó, pudo haber tenido quizá la guardia abajo,
así que, le presenté la chica que en mí se había interesado.
V
Cortésmente lo saluda: hola chico bueno, ¿cómo has estado?
Mi amigo le contesta: mucho gusto; extendiéndole su mano.
Él decidió irse, diciéndome: “quedas muy bien acompañado”.
No se lo impedí, comprendí de una su gran gesto soberano.
IV
Hablamos de su historia y la mía entre copas y sin descanso,
las miradas pícaras y sonrisas lisonjeras llenaban el espacio,
el amor surgió entre medias luces y en ese lugar inesperado,
aquella mujer había despertado en mí el sentimiento olvidado.
VII
Navegando suave en el éxtasis del encanto en ella encontrado,
llegan a mis oídos sus palabras, diciendo: ¡todo ha terminado!
El silencio de mi alma ese aciago día por todos fue escuchado,
las fibras de mi gélido cuerpo yacían en mi suelo desplomado.
VIII
Todo fue tan solo un sueño cruel que a su final había llegado,
para recordarme el espacio en mi cama que seguiría desolado.
Las palabras que me dijo quedaron en mi pasado no aceptado.
Que una mujer convierte a un hombre en un rey o un esclavo.
IX
Qué hacer si el sufrimiento en mi pecho se había ya incrustado.
Sus amables palabras en mi ser un sueño pintaban consumado.
Nulas las caricias, su bello cuerpo por mis manos no fue tocado.
Preguntaba: ¿qué paso?, si mucho respeto le había demostrado.
X
Claro, entendí de mi amigo aquel gesto de su rostro consternado,
era a él a quien en verdad aquella chica venía deseosa buscando;
fui su medio para llegar a mi amigo, el fin por ella muy deseado.
Dolió mucho saber que por los dos todo ese tiempo fui engañado.