III

poema de Rude

Tengo una fe ciega en el azar,
por eso navego sin timón,
sin mapa y sin misión,
pretendiendo alcanzar algún lugar.

No hay puerto al que llegar,
ni leal tripulación
que actúe como legión
para tratar de huir del mar.

Pero hay sirenas que me guían,
reinas de los siete mares
que cambiaron olas por bares
para sumergirse en la alegría.

¡Ay, doncella mía!
Diosa de mil juglares.
Tu derrites los glaciares
que amenazan mi travesía.

Hoy el camino se cae a pedazos,
ya no hay paso seguro.
Ahora repaso el futuro
en busca de tus abrazos.

Ya soñé que soñaba
y no encontré el sueño,
sólo un paria sin dueño
que olvidó lo que añoraba.