Capítulo II. Esperanzas.

Arráncame los clavos de esta tumba,
devuélvele la luz a mis cunetas,
alivia a tu conciencia las injurias
y déjame dormir sin tu bandera.

Oblígame a beber blanco cianuro
que mate los fantasmas de esta guerra,
perdóname si aparecí desnudo
por tu memoria histórica selecta.

Si puedes ponle flores a tus lápidas
que yo a las mías les escribo letras,
tu calle es un puñal contra mi espalda
que se alimenta de la indiferencia.

Y sin embargo encuentro la alegría
sabiéndome carmín las entretelas,
las momias de tu momia ruegan misa
y no hay absolución tras esas rejas.