mudo ante tu silla

poema de kormoran

Nos conocimos en un hospital.
En un principio no pasábamos del saludo.
Te veía empujar tú silla y me quedaba mudo.
Acomplejado por tu belleza y fuerza vital.

Me forzó la diosa Fortuna.
Y un mal momento a conocerte.
Hoy te contemplo en cada luna.

Tratábamos y trataban de recuperarnos.
Mientras nosotros seguiamos sin suerte.
Abrazados los dos por los mismos amos.
El miedo y el desconocimiento.

Hoy todo ello significa un nuevo cimiento.
A base de reiteraciones en encuentros.
Saludos y sonrisas al cruzarnos.

Decidí dar el primer paso.

Tengo muy presente aquella noche.
Me senté a cenar a tu lado.
Allí sentada eras una más.
Solo destacabas por tu bonito semblante
Y sonrisa.

Mientras acomodadas la servilleta.
Sobre tus siempre dobladas piernas.
Yo esperaba la cena, no sabiendo que decir.

Tú fuiste muy hábil y rompiste el hielo.
Sabías de antemano mi nombre y que
me dejaban salir una hora todos los días.

Así que con una voz dulce me preguntaste
Si podría cogerte tabaco al día siguiente.

Sellan esas palabras la primera piedra.
De un amor que ni la distancia
Ni la enfermedad han acallado.

¡Madre mía!!, Qué lógica, elocuente y observadora eras.
Yo tenía dificultad en atender tus palabras.
Y no desviar mi atención de tu belleza.
Me parecía imposible que una chica como tú
Hubiese tenido tan mala suerte en la vida.

Daba y doy las gracias por haber tenido la fortuna de conocerte.
Hablabamos, paseabamos por un estrecho pasillo.
No te dejaban salir a la calle y lo lamentaba.

Habría querido llevarte y apartarte de aquel sitio
lleno con nuestro dolor.
Aunque fueran solo 20 metros.

Hoy he recorrido más, pero mi mente.
Está en esos días contigo.
Supongo que tu compañía fue mi mejor
Tratamiento psicológico.
En dos semanas me dieron el alta.
Pero yo no quería darme de baja de ti.

Y me dió pena, no dejar ese horrendo lugar.
Si no dejar de verte y acompañarte.
Aún pienso que ignorantes eran.
Pues al estar yo recuperado y haber sido paciente.
No me permitían hacerte visitas.

No solo luchabas contra la esclerosis.
Ahora tenías un nuevo enemigo. La incomprensión.
Pero me dijiste a través de un familiar
Qué no tardarías en salir.

Conté los días con más ansia que aquél
A punto de licenciarse en la mili.
Y volví a verte en Berna.

Lo que siguió es mi mejor poema.
Y tu sonrisa en mis ojos se hizo eterna.

Dedicado a Mariñe Zabala.