Arrecife

Golpea la mar la dura roca de la orilla,
arremeten las olas por días,
por años, por siglos y milenios.
Todo parece inmóvil y dulcemente quieto
en el arrecife inmortal.
Pero de pronto la piedra se estremece:
una curva suavizada por el agua ha surgido,
un pulimento inesperado se ha manifestado,
un pequeño canal derrama
su infinitesimal corriente entre la materia lítica,
Y mientras nosotros,
blandos seres de carne
descansamos en la insondable muerte
convertidos en fragante polvo inanimado,
transportado por el viento
de un planeta que no conoceremos,
la roca se transmuta por obra de un leve
y evanescente suspiro evolutivo.
Ahora está esculpida y brilla a la luz del sol,
y el escultor no cesa, y ataca con su líquido cincel
una y otra vez el soberbio desafío de la piedra,
en un trabajo de centurias que no acaban,
contemplado por incontables generaciones
de dioses.