Mondando amor

Casi todo el mundo lo cree, pero mondar una naranja no es desnudarla, no es comerla, no es tenerla, no es amarla. Si amarse, si tenerse, si comerse, si desnudarse. Si, porque de cualquier otra forma uno siempre está hambriento. Me gusta frotar mi bigote, como un beso dormido, suavemente, pétalo a pétalo, con este pedazo de mi mismo, tal y como aletea platónicamente un colibrí antes de... Como la mar dejando al descubierto unas pocas conchas misteriosas en su reflujo lunar, en su reflexión nocturna; me gusta, frotarlo, pensar que después volveré a acercarte mis labios, hasta que el cristal de tu inocencia se derrita en mi boca, magmática; entonces tus dientes, fríos, enigmáticamente, me magnetizan, me dominan, me muerden, y comienza a abrirse un húmedo placer, caracolea por mi lengua, y por más que intente tragar saliva no consigo darme cuenta de que soy adicto a esta fragancia sin tregua, a este color sin paciencia, a este corazón insaciable, a esta ácida plenitud, a estas arrugas que tiemblan como las hojas de otoño cuando mi cuchillo las acaricia con la indolencia de un alma pecaminosa y el amor de quien aprendió que no hace falta tocar la rosa... Por momentos mi boca en mil deseos coagula, pero mis manos no tiemblan; mi piel, tierna, se eriza, pero el cuchillo no me corta. Y sin embargo parece no tener fin, pienso que cuando vaya a darle la vuelta parecerá que no estoy haciendo o pensando nada, pero de pronto aparece desnuda, por qué será, que ahora me queda, un sentimiento algo amargo, como si no hubiese nada más, cuando aún no he comenzado siquiera a comérmela... No, ya no tengo hambre, pero cuándo me traicionó tu sabor... No, no puedo-mi hambre, mi amor-confundirlos, antes que engañarme-bastará con-fundirlos, unas manos desnudas jamás dejaron sentimiento amargo alguno, en ninguno de sus ángulos...